Ir al contenido principal

Andres Henestrosa (1906-2008)

"Aún sueño y maldigo en zapoteco": Henestrosa

(EL UNIVERSAL)
Enero 10

MÉXICO, D.F.– En noviembre de 2006, el periodista Juan Solís publicó una entrevista con Andrés Henestrosa, poco antes de cumplir 100 años, en la que el escritor oaxaqueño recordó que aprendió el español en la adolescencia y aseguró que había escrito una página diaria durante 70 años.

Texto íntegro de la entrevista:

El hombre que está de pie a media calle, con pantalón oscuro y saco café, el del corbatín rojo y figura espigada que voltea su cabeza levemente hacia la izquierda contra un cielo encapotado de nubes, ese joven de 18 años que capturó a punta pincelazos Manuel Rodríguez Lozano en 1924, es el mismo que, a punto de llegar a los 100 otoños, se observa con cuidado en la pintura, y al hacerlo se asoma a un espejo.

"Es del año 24 -dice-. Estuvo perdido mucho tiempo. Se había quedado en la embajada de México en Argentina. Un día me hablaron y me lo mandaron. Es bonito. Cuando yo llegué a México fui a parar a la Normal. Rodríguez Lozano estaba en Educación Pública, como jefe de dibujo y trabajos manuales. Lo conocí en los corredores y me hizo el retrato. Estoy en la calle de Loreto, ahí se ven las iglesias."

Está sentado en la sala de su hogar, inmueble que ostenta en la fachada dos placas con las que los estudiantes de la Escuela Normal Superior lo homenajean por sus 90 años y por su primer centenario de vida, casa ahora ubicada en una calle que lleva el nombre de su más distinguido vecino: Andrés Henestrosa.

El próximo 30 de noviembre, don Andrés cumplirá 100 años. Asegura que lo festejará abriendo las puertas de su casa para que el que quiera pueda entrar a comer platillos mexicanos.

"A ver si matamos un marranito", le dice emocionado a su hija, Cibeles Henestrosa, quien asiente, aunque sabe que no es posible. Su padre necesita descansar para seguir ejerciendo el oficio de toda su vida: escribir.

El traje gris le queda un poco holgado, pero lo porta con gallardía. Su espalda está recta y su lucidez intacta. Camina apoyado en el brazo de su hija, la misma que de niña fue pintada por Juan Soriano y María Izquierdo. Sendos cuadros escoltan en una de las paredes de la habitación a uno de mayor formato, firmado por Miguel Prieto, que reproduce la imagen de Alfa Ríos Henestrosa, esposa de Andrés, ya fallecida, también pintada por Raúl Anguiano.

¿Se reconoce en esta foto?, le preguntamos al escritor al tiempo que le mostramos una imagen de José Vasconcelos en su campaña presidencial de 1929, acompañado de miembros del Frente Nacional Renovador, la cual viene incluida en el libro Las palabras perdidas, de Mauricio Magdaleno, editado por el FCE.

"Es con Vasconcelos. Èste es Ciriaco Pacheco Calvo, Mauricio Magdaleno, Salvador Azuela y yo. Sabíamos que íbamos a perder. Estaba (Plutarco Elías) Calles de por medio, sosteniendo a (Pascual) Ortiz Rubio. Pero había que dar una lección cívica... fuimos una juventud que quiso cambiar al pueblo de México."

-Qué recuerdos tiene de su infancia en Oaxaca?

-Yo fui a Oaxaca muy tarde. De Juchitán era más fácil venir a México. Conocí Oaxaca en 1935, en cambio, a la ciudad de México vine en 1922. Después regresé con mucha frecuencia a un pueblo muy cercano a la capital, Tlacochahuaya. Hicimos una casita. Posiblemente haga algún esfuerzo para ir a despedirme. Aquí en mi casa quiero vivir mis últimos días.

-Le preocupa lo que está pasando en Oaxaca actualmente?

-Mucho, no sólo por ser oaxaqueño, sino porque México debe vivir en paz, con trabajo, gastando los centavos en la educación del pueblo, en mejorar su vida, y no en ataques a grupos.

-Qué significan las mujeres en su vida?

-Mi esposa murió, mi madre murió. Me queda mi hija, que es todo. Es madre y hermana, es todo.

-Usted es el escritor más longevo de México ¿Es un peso?

-Yo digo entre burlas y veras que como no puedo ser inmortal con mis obras, tengo que serlo en la vida. (Después de la frase ríe a carcajadas. La risa emerge fluida, no así las palabras, que al salir parecen desgarrar su garganta. El esfuerzo se nota en la respiración agitada que interrumpe a ratos el discurso.)

-¿Sigue escribiendo?

-Yo soy escritor de oficio. Soy un profesional. A ratos retomo las memorias o hago un prólogo. Escribo a mano. Todavía tengo una máquina en la que escribo directamente. Nunca hago copias, ni borradores, es derecho. No corrijo porque primero pienso. Puede haber una ocurrencia, pero todo está planeado. Escribir es el oficio que aprendí.

-Aún recuerda las lenguas indígenas que hablaba hasta los 15 años?

-Hablaba huave y zapoteco, y un precario español. Es mi idioma, con el que sueño, con el que maldigo.

-Qué lo impulsó a ser escritor?

-Leer a otros autores. Quien lee libros, acaba por escribir libros. El último día de noviembre de 1929 apareció Los hombres que dispersó la danza, cuando cumplí 23 años. Se calcula que he escrito una página diaria durante más de 70 años.

-Imagina su vida sin escribir?

-No, porque para el escritor es una necesidad. Durante mucho tiempo estuve escribiendo en tres periódicos, con un artículo diario.

-Acostumbra volver a leer sus libros?

-Sí. Yo le aconsejo a la gente que lea, en vez de estar con la boca abierta frente al televisor.

-Eso es un ideal vasconcelista...

-Vasconcelos y Justo Sierra quisieron cambiar a México con libros, tener a un pueblo culto, aunque pobre. Hemos fracasado.

-Qué es lo que más extraña de esa época?

-Hay algo que nunca vuelve: la juventud, que todo lo embellece, encuentra motivos de alegría en todo. En cambio, el viejo todo lo entristece.

-Pero usted tiene muy buen sentido del humor...

-Soy vacilador...

-Dicen que los hombres sabios se ríen de sí mismos...

-Sí, se burlan de sí mismos. A mí me da risa haberme emocionado por cosas que no valían la pena (vuelve a reír), como enamorarse de cosas que no vale nada, querer ser rico, tener un coche qué importa eso? Tan bonito que es andar a pie. Bonita gracia es que aprenda usted a caminar para que luego ande en coche.

-Qué mensaje le daría a la juventud?

-El que siempre les he dado, que conozcan el mundo leyendo libros, haciendo viajes imaginarios, a La India o al Perú, a Francia o España. Viajar.

-Su vida fue un viaje?

-No, pero pude viajar de joven. Fui a Nueva Orleáns, Chicago y Nueva York. A España, que es un país que me gusta mucho, y a Francia.

-Dice el Quijote que el que anda mucho y lee mucho, conoce mucho y sabe mucho...

-El que lee hace dos viajes: el del libro y el que imagina cuando está leyendo. Esa es la ganancia. "Gracias por visitar a un pobre viejo", dice, vuelve a reír, y se retira caminando a su recámara.