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Ojalá pudiera hablar en el silencio de todas las lenguas inventadas por hombres y demonios para que mi voz se convierta en piedra y no me quede más que amor y ojos que hablen con el grito del bronce. Aunque tuve en mí las profecías y supe del saber negro y de la inteligencia de agua, aunque en mí hubo la intensidad de la bienaventuranza de las almas, nada habría en mí sin el calor de un solo amor.