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Mexicanos y Mexicanas [grammer]

Dos entradas para entender el error de decir "mexicanos y mexicanas". Una fuente proviene del blog de Guadalupe Loaeza dentro del periódico Reforma y la otra del blog de Sandro Cohen.

Aunque primero, una larga entrada en el blog Redacción sin Dolor titulada Sexo, género, exclusión, inclusión y lo políticamente correcto.

Recibí este correo de parte de Álvaro Belin, de Xalapa, Veracruz. Lo pongo aquí, tal cual, con la crítica de Nayma Enríquez. Enseguida aparecen mis respuestas, primero a Álvaro y luego a Nayma:

Estimado Sandro, cada vez que envías actualizaciones de tu blog, tomo su contenido y lo envío a mis amigos y compañeros de trabajo. En esta ocasión envié copia a una extraordinaria amiga, Nayma Enríquez, combativa feminista oaxaqueña, quien ha hecho consideraciones críticas que me parece indispensable hacerte llegar, dada su pertinencia. Ojalá sean ilustrativos sus comentarios:

"Entré al blog del señor Cohen, para leerlo esta vez en digital.

"Y lamenté que no haya evolucionado. Este apasionado del idioma español sigue siendo presa del androcentrismo en el lenguaje, y me da la impresión de que, de pronto, se esfuerza, pero no termina de cuajarle la gelatina.

"Dice así, en su blog:

"Redacción sin Dolor, el blog...

"Para los fanáticos, los apasionados del idioma y su escritura en todas sus formas
No, no exagero cuando exijo que las personas utilicen un lenguaje incluyente porque estoy cansada de la ambigüedad y de el uso de falsos "genéricos", en los que invariablemente me tengo que incluir, debo esforzarme para incluirme, pero luego me entra la duda, ¿será esto para varones exclusivamente?

"Tú y Sandro saben que en nuestra lengua existen las voces femenina, masculina y neutra, de modo que las personas, todas, particularmente aquellas que defienden tan apasionadamente la lengua, estamos obligadas a visibilizar, nombrar y, con ello, incluir a las personas con los recursos que el idioma nos da, y si no existen, inventarlos. De otra forma estamos seleccionado excluyendo y cayendo en una trampa androcéntrica que no es más que un vicio patriarcal del que debemos deshacernos cuanto antes, por el bien del idioma y del mundo...

"Te voy a poner un ejemplo: Durante unas elecciones en los Estados Unidos, hace muchos años, (luego te paso la 'anécdota' completa), alguien, muy humano, elaboró los anuncios que convocaban al sufragio. La persona, que en realidad era un varón, tuvo un salto en la redacción y escribió personas en lugar de hombres, para invitar a ejercer el derecho humano a la participación política. Y como decía personas en lugar de hombres, pues quienes se consideraban personas, asistieron: mujeres y varones. Y que se cancela la votación. Se armó un gran desmadre porque las mujeres no tenían ese derecho, y los varones despidieron al cabrón que se 'equivocó' y las mujeres descubrieron un acto discriminatorio que ya andaba rondándoles la cabeza. Este episodio es uno de los que enmarcó el inicio del movimiento sufragista de las mujeres.

"Fíjate cómo tiene beneficios el uso del lenguaje incluyente, gracias a ese 'salto', las pinches viejas comenzaron a luchar y también, gracias a este episodio yo puedo compartirte que el sexo mujer está marcado, de modo que cuando se usa, no queda duda de que se está incluyendo a las hembras de la especie humana".

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Álvaro BELIN
Xalapa, Veracruz, México

Aquí empiezan mis respuestas:

Don Álvaro, antes que nada, muchas gracias por hacerme llegar esta crítica. Déjame decirte que soy ciento por ciento feminista (con esposa e hijas igualmente feministas, independientes y autosuficientes) y entiendo lo que pretenden hacer las personas como doña Nayma, todas ellas bien intencionadas. Te pido de favor que le reenvíes esto. También lo subiré a mi blog como entrada independiente, con todo y el comentario de ella, más el tuyo. Creo que el tema lo amerita, una vez más…

Estimada Nayma:

Concuerdo con el espíritu de su crítica pero disiento de su aserto fundamental: que el plural de género masculino oculta a las mujeres. En español no suele ser así. Ni siquiera es así la mayoría de las veces. Puede ser así, pero sólo con una dosis de maldad de parte de quien habla o escribe, pero ése ya es otro problema mental, social, mas no lingüístico. Un detallito: la existencia de géneros en el español es un accidente lingüístico que heredamos de los latinos, y ellos de quién sabe qué idioma evolucionado a partir de lo que habría sido el indoeuropeo, ese protoidioma hipotético. Muchísimos idiomas diferencian entre sus palabras genéricamente, y de manera diversa. En hebreo, por ejemplo, los hombres conjugan de una manera, y las mujeres, de otra. Nosotros, que hablamos castellano, no tenemos esa complicación. Por fortuna.

Primero: no es lo mismo género que sexo. En inglés se maneja una sola palabra para las dos cosas: gender. Curiosamente, en inglés se ha perdido casi todo rastro del antiguo sistema de diferenciación genérica, el cual pervive en el alemán, por ejemplo. Un book no es ni masculino ni femenino en inglés. Tampoco es neutro. Es un concepto que casi no se aplica. Excepción: se considera que los barcos son “femeninos” y su pronombre personal es she; el posesivo es her. Pero con el 99.999 por ciento de las palabras en inglés, no hay concepto de género. Así, la palabra engineer o surgeon puede aplicarse, tal cual, tanto a hombres como a mujeres. En español, cuando se trata de personas de sexo (no género) femenino, debemos indicarlo escribiendo o diciendo ingeniera y cirujana, con la marca del género femenino, “a” en este caso. Tal vez por eso en inglés se dice “Come here, boys and girls”. Boys, que no tiene género alguno, sólo se refiere a niños varones; girls, a niñas. Como nosotros sí tenemos género, y una clarísima regla gramatical que hace del masculino plural una forma envolvente, se vuelve innecesariamente repetitivo decir “Vengan [o venid] niños y niñas” (en el orden que sea). Pero habrá más sobre esto después.

Nota al primer punto: Hablamos de “estudios de género” y “equidad de género”. Son frases tan arraigadas a estas alturas, que no creo que nada pueda hacerse para cambiarlas. Pero son producto de un error de traducción, cometido hace muchos años. Cuando hablamos de estudios o equidad de “género”, no nos referimos a cuestiones gramaticales sino sociales. Estamos hablando de equidad entre los sexos, y estudios sobre (casi siempre, mas no necesariamente) la mujer y su papel dentro de la sociedad. Otra vez: esta confusión entre sexo y género es problemática.

Segundo: el español no funciona como el inglés. Esto debe quedar claro gracias al párrafo correspondiente al primer punto. Ellos tienen su gramática (que respetan) y nosotros, la nuestra (que deberíamos respetar si queremos entendernos). Tampoco debemos copiar sus formas y fórmulas, como boys and girls, men and women.

Tercero: en ciertos casos sí concuerdo en que debemos replantear nuestros pensamientos, palabras y frases para que sean forzosamente inclusivos dada la evolución misma del idioma. Ejemplo: usar ser humano o humanidad en lugar de hombre. La palabra hombre puede entenderse como un individuo de sexo masculino y también como ser humano, pero se presta a un equívoco. Antes, cuando las mujeres no desempeñaban sino unas cuantas profesiones —como maestra, costurera, nodriza, etcétera— no había mucha confusión. Y si alguien decía “El hombre debe ser fuerte en el campo de batalla”, iba a entenderse que se trataba de gente de sexo masculino. Ahora hay militares hombres y mujeres. Por eso, y por muchas otras razones, es preciso repensar nuestro uso de la palabra hombre como sinónimo de humanidad o ser humano. Hoy en día, al leer proposiciones como “En el principio Dios creó al hombre”, pensamos que se trataba sólo de Adán, aunque más adelante la Biblia dice “hombre y mujer los creó”. Pero éste es más un problema teológico que lingüístico, aunque no deja de ser fascinante. En resumen: hay ciertas palabras y frases que sí debemos replantear para evitar la automática exclusión de la mujer cuando ésta no viene al caso. Y a veces sí viene al caso la exclusión. Por ejemplo, si un médico dice “Vengan todos a que les revisen la circuncisión”, excluye a las mujeres. El sentido común sí existe y funciona.

Cuarto: No lo menciona usted, doña Nayma, pero considero que hay que usar las formas femeninas de todas las profesiones: ingeniera, arquitecta, poeta (a las poetas no les gusta la palabra poetisa), juez (también es aceptable jueza pero no es necesaria esta voz para designar una mujer que desempeña esa función judicial: basta decir la juez. Pero, otra vez, ambas formas son aceptables, y desde hace mucho tiempo). Parece que decir la presidente tiene más sentido (como participio activo) que la presidenta, pero el uso determinará qué forma, a la larga, preferiremos los hablantes del idioma. Eso sí: no hay mujeres pilotas sino pilotos, porque las pilotas son pilas muy grandes.

Cuando digo que el masculino plural sí incluye (casi siempre) a las mujeres, no tengo que ir muy lejos, y con esto vuelvo al primer punto. Si una madre llama a sus hijos (que sean por lo menos un varón y una hembra), les va a decir: “¡Vengan a comer, niños!”. No va a andar perdiendo el tiempo diciendo “niña y niño” o “niñas y niños”, o “niña y niños” o “niñas y niño” o cualquier otra combinación en cualquier orden. Sería absurdo. Haría falta estar predispuesto en contra del sistema de géneros gramaticales, por razones políticas, para pensar que la mamá excluía a su hija o a sus hijas. Si yo digo que los ciudadanos debemos hacer algo, automáticamente incluyo a las mujeres. No es necesario decir “los ciudadanos y las ciudadanas debemos hacer algo”. Sería una repetición innecesaria y, por innecesaria, molesta y fatigosa. Si hiciera falta recalcar en el hecho de que se trata de ambos sexos (no géneros), diría “los ciudadanos, tanto hombres como mujeres, debemos hacer algo”. Aunque son más palabras, suena mejor porque no es repetitivo. Pienso lo mismo respecto de empleados, conductores, electores, etcétera. En ningún momento hay exclusión. Si quisiera discriminar en un sentido u otro, tendría que decir o escribir algo como “todos los trabajadores varones deben presentarse el sábado a laborar” o “sólo las empleadas recibirán doble aguinaldo”.

Sé que el tema posee muchas aristas, pero es bueno guiarse por las reglas de la gramática y el sentido común, que para algo sirven, y no sirven para oprimir a las mujeres, lo que me trae al último punto:

Quinto: Si bien es cierto que los idiomas forman e influyen en el pensamiento del ser humano, nuestro pensamiento también forma el idioma que hablamos, influye en él. Por eso, al evolucionar, refleja este pensamiento. Se trata de un proceso natural, no obligatorio. No puede hacerse a partir de reglamentos ni disposiciones oficiales, ni mucho menos académicos. Si buscamos forzar los cambios gramaticales que deseamos por nuestra agenda política, podría resultar contraproducente, pues corremos el riesgo de volvernos ridículos, como el ex presidente Fox, como AMLO y como muchos otros que desean ser vistos como políticamente correctos. Decir “mexicanas y mexicanos” cada 15 segundos es fácil; cuesta mucho más trabajo ser realmente respetuoso de la igualdad entre hombres y mujeres ante la ley y en la vida cotidiana, tanto familiar como profesional y pública. Y no sólo nos cuesta a los hombres. A las mujeres también les toca su parte.

Conclusión: No basta cambiar una palabra por otra. Ése sería un cambio meramente cosmético. Muchas veces este maquillaje no es sino una máscara, y detrás de ella hay un déspota machista que se cuida diciendo —públicamente, y a cada oportunidad— frases como “todas las niñas y todos los niños”. No hay que cambiar una palabra por otra sino actitud por otra. Y con este cambio positivo de actitud, habrá muchos otros cambios, igualmente positivos.

Hasta la victoria, siempre.

Sandro


Enlaces: Maestra de Español y Mexicanas y mexicanos: el doblegenerismo