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Así escribo, escribía

Me gustó el retrato de José María Pérez Gay sobre el mundo previo a los ordenadores.

Recuerdo con una emoción cercana al privilegio el tiempo antes de que aparecieran en nuestras vidas los procesadores de palabras. [...] Por ese entonces desempacaba mi máquina Olympia de escribir, me sacaba de múltiples bolsillos unos plumines alemanes con finísimas puntas de pico de mosquito, extraía de las maletas una biblioteca ambulante (Elias Canetti, Hans Magnus Enzensberger, Robert Musil, Hermann Broch y Karl Kraus), me armaba de dos resmas de papel bond gramaje 29 de 500 hojas cada una —que luego tendría que reponer, puesto que apenas me alcanzarían para un borrador de unas 25 cuartillas, y faltaba aún pasar el texto varias veces en limpio— y, ante los ojos alarmados de doña Alicia, mi madre, y los ojos escépticos de don Pepe, mi padre, ponía todo aquello sobre la versátil mesa del comedor.

Si he de ser sincero, el procesador de palabras ha vuelto más fácil la difícil tarea de escribir, ya no llamo por teléfono para pedir auxilio ni comento con los amigos más cercanos lo que escribo. La pantalla de la computadora se ha convertido en una suerte de caverna platónica de la soledad.

Enlace: Así escribo (Nexos)